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La metáfora del sueño eterno.

by - diciembre 02, 2018

El camino a casa comenzaba a hacerse eterno. Sus pisadas marcaban la nieve que iba dejando atrás, como a su propia vida. Le dolían los pies, no sabiendo si por culpa de haber corrido durante horas o por la imposibilidad de la situación. El frío había teñido sus labios de un morado oliváceo, pero sus pensamientos estaban tan sumamente lejos de allí que no veía siquiera hacia donde se dirigía. Lo único que podía recordar eran pequeños fragmentos donde sus ojos habían contemplado la más horrible de las imágenes y ni siquiera era capaz de alzar la mirada hacia su propio cuerpo, temiendo encontrar restos de una sangre que no era la suya, por más que lo hubiese deseado.

Los pocos copos de nieve que revoloteaban alrededor se adherían al cabello de la chica, haciéndolo parecer más claro y húmedo. Y, entre un cielo encapotado, la noche se alzaba oscura, pues tan solo podía distinguirse el fino resplandor de las farolas al borde del camino de piedra. A su derecha, numerosos ruidos de animales nocturnos se propagaban a lo largo del bosque, proporcionándole un aspecto aterrador.

Siempre se había preguntado cada vez que pasaba por allí cuan oscuros secretos protegía ese misterioso paraje y si alguna vez ella misma tendría algo que esconder, al igual que él. Ahora, lo único que podía desear más que a su propia vida era no haberlos tenido nunca. De haber sabido que todo iba a descontrolarse hasta tal punto no habría abierto la puerta aquel día. Pero, gracias a esos espantosos recuerdos, una afirmación se escondía en los oscuros recovecos de su mente, aunque intentase ignorarla a cualquier precio: se había convertido en un monstruo.

Entonces el cielo se iluminó durante un segundo, acompañado de un trueno. En sus manos, aunque invisible a los ojos de cualquier persona, empezaba a pesar su corazón o, de la misma forma, los pocos restos que quedaban de él. Volvió a intentar comprender de nuevo lo que había ocurrido, pero su mente se bloqueaba una y otra vez. Incluso respirar parecía haberse convertido en el trabajo más difícil de su vida.

Las piernas le temblaron entonces y supo que, en menos de un minuto, terminarían por fallarle. Cuando cayó, la nieve la abrigó como un colchón helado mientras los copos que caían que caían de los árboles hacían las veces de manta. A la vista de su primera lágrima, se hizo un ovillo en el suelo con la intención de ocultarse, mientras preguntaba al cielo en el más absoluto silencio el por qué.

Dejaron de importarle el frío, la oscuridad o la tormenta que se avecinaba, inundándose en el río sin fin de lágrimas saladas que se derramaban de sus ojos. Quiso unir los pequeños trocitos de corazón juntando las manos, pero le pareció ver que se hacían polvo, comenzando su viaje por el cielo, a la par del viento. Y allí estaba ella, desapareciendo cada vez más en el frío invierno, con el alma partida en dos, sin poder reunir la fuerza suficiente para levantarse, pues sus propios pecados pesaban más que cualquier roca.

El viento sacudió los árboles con fuerza, la luna se reflejaba en el río próximo cuando las nubes le abrían paso y los lobos aullaban desde las montañas, clamando por la oscuridad que había inundado el mundo aquella noche. Pero todo quedó inmóvil y en silencio un segundo después, provocando eco a las pisadas de algo que aproximaba su marcha hacia donde ella se encontraba. Un ser con aspecto humano consumió con su sombra el cuerpo de la chica, arrancándole la vida. Al segundo siguiente todo había desaparecido como si nada hubiese estado en el lugar, ni siquiera ella, acompañando su partida con la vuelta a la vida de aquel lugar en el que el tiempo había sido detenido con anterioridad.

-Virgi.

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3 comentarios

  1. Me encanta como escribes! Espero leer más relatos tuyos. Me ha encantado 😊

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    1. ¡Muchas gracias por la opinión de verdad! Estaré encantada de escribir alguno que otro más. Un beso<3

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